09 diciembre 2005

Lingüística: Basura bilingüe II


Apenas han pasado un puñado de días desde que comente el arraigo de las etiquetas bilingües dirigidas a los trabajadores del sector de la limpieza para encontrarme la versión completa, aclaratoria, a prueba de tontos y del buen respeto que me apuntaban escribir en el pasado. ¿Es este un caso de fractura cultural? ¿Alegoría a la basura? ¿Reflejo de una sociedad marcada por los abogados? Quizás me esté perdiendo algo. Sin ir más lejos, hoy, una compañera al verme dejar una caja de cartón en el cubo de la basura me ha instado a escribir "BASURA" en la misma. Ya sabes, me dijo, a veces se creen que son cosas que queremos quedarnos y no las tiran. Claro, claro, pensé yo, lógico, por eso las ponemos en la basura...


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07 diciembre 2005

Ciudades: Democracia de palo, Washington DC


Estados Unidos reparte democracia con la sutileza que Bud Spencer repartía guantazos. Pero el que tendría que tener la cara colorada es el imperio americano que no reconoce los derechos de los ciudadanos de su capital.

Washington DC se creó a dedo con cesiones de terrenos pantanosos. Su invención por las élites fundadoras lo convirtió en una anomalía al margen del desarrollo nacional. La condición de paria permitió un desarrollo que terminó acomodando a minorías sin tener que prestar atención a su peso político. Mientras cada estado tiene una delegación en el congreso proporcional con sus habitantes y un par de senadores en la cámara alta, el Distrito de Columbia (DC) carece de cualquier derecho de voto y por voz sólo tiene un susurro en la forma de un representante consultivo que arrastra su cuerpo por los pasillos del congreso en busca de un poco de atención. Y sin embargo los ciudadanos pagan los segundos impuestos más altos per capita del país y han de cumplir con las obligaciones cívicas de cualquier otro ciudadano.


Todas las capitales de naciones democráticas a excepción de la estadounidense tienen representación parlamentaria. El estatuto legal de DC tiene todas las desventajas de los territorios asociados de Puerto Rico, Guam, las Islas Marianas del Norte, la Samoa Americana y las Islas Vírgenes Americanas y ninguna de sus ventajas. Mientras Puerto Rico tiene independencia fiscal y gestiona su presupuesto autónomamente, el presupuesto del distrito se hace a golpe de congreso por gente que no pasa por la ciudad más que durante un puñado de sesiones parlamentarias. La ambigüedad de ser tratado como un estado más sin los derechos relacionados, se traduce en la cañí ley del embudo: para mí lo ancho y para ti lo estrecho.


Así el Distrito se convierte en laboratorio social para los políticos de toda la nación que por meterles mano a DC saben que no se juegan ningún voto. De hecho el americano medio desconoce que el medio millón de residentes de su capital carece de sus mismos derechos. Así se aprueba el presupuesto municipal, se propone cambiarle el nombre a las calles para honrar a los políticos que más daño han hecho a las minorías capitalinas, se experimenta con el modelo de bonos escolares o se propone eliminar la prohibición de armas de fuego o la reciente idea de privatizar ciertas zonas verdes frente a la irrelevante oposición ciudadana.


El movimiento por la representación busca promover la causa a nivel nacional y recibe el apoyo de los hombres de paja de la alcaldía. Así logró tener una matrícula opcional para vehículos con el lema: Washington DC - Impuestos sin Representación. El Presidente Clinton las colocó en todos los coches oficiales antes de dejar la Casa Blanca. Su sucesor inmediatamente las cambio por las antiguas: Washington DC - Celebra y Descubre. Otro importante esfuerzo fue lograr que alumnos de varias escuelas movilizaran a sus muñecos, para denunciar la injusticia en el Mall, ese espacio público y manifestódromo al que peregrinan los más diversos movimientos estadounidenses para lograr atención.


Pasan las generaciones, suben los impuestos, caen los hospitales, quiebran las escuelas, y se disfruta con la presencia del mejor gobierno que se le puede regalar al mundo. Tanta democracia escupe el gigante que se ha olvidado de ponerla en su casa y así luce.


Más info en: www.dcvote.org

Artículo original en el último ETECÉ
Recorte (PDF 260K)

Revista completa (PDF 2,1 MB)


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Cirugía estética: Guardando las apariencias y creándolas
Buenos días cirrosis
Segways, ya están aquííííí...



05 diciembre 2005

Ciudades: Presentando SimCity


Artículo original en ESETÉ 17: En doble fila

La última actualización de SimCity, el juego más influyente de simulación urbana, explora el conflicto entre el desarrollo de una ciudad y la convivencia con el trasporte. La fricción entre vehículo y urbe no es algo nuevo. La versión clásica de 1989 contenía la trampa para generar ciudades ideales eliminando todas las carreteras. Un entorno repleto de vías de tren como sistema de tránsito entre los edificios creaba la utopía. Si el truco era eliminar los coches, el castigo eterno consiste en intentar generar una ciudad donde el tráfico funcione de un modo equilibrado y racional.

En SimCity: Hora punta se marca la pauta tratando al trasporte público como a un entrometido de lujo. El automóvil en la ciudad dicta la existencia. La red sirve a los coches y no al revés. Para las distancias muy cortas andar es una opción. Pero con la excepción del tren, no se puede pasar de un tipo de trasporte a otro. No hay donde aparcar el coche. El peatón es un accidente urbano.


La gran novedad del Hora Punta es su capacidad para no sólo generar ciudad sino también para usarla desde un vehículo. El modo "tú lo conduces" permite experimentar el engendro urbano tras el volante de una ambulancia asistiendo en accidentes, en una persecución con un coche robado, desde la limusina del alcalde lanzando billetes para calmar a los huelguistas o si las cosas se ponen feas agarrar un tanque y elegir la misión "enseñar una lección a los manifestantes". SimCity cree que el poder está en el vehículo, falta por demostrar que el poder está en el ciudadano.



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