02 agosto 2005

Ciudades: Antiterrorismo urbano


Son muchos los aspectos en torno a la reacción antiterrorista que se merecen un comentario y con tiempo espero irlos desarrollando. Por ejemplo, no creo que éste sea un problema urbano, de hecho creo que entenderlo así es contraproducente e irresponsable. Pero desde la paranoia de Manhattan o Washington DC, que vivo regularmente, o la situación en España o el Reino Unido que conozco relativamente bien, aparecen pautas y actitudes que se legitimizan creando una situación de tensión, desconfianza, e incluso yo diría, de un modo obviamente contraproducente, inseguridad.


Muchos neoyorquinos, y demasiada gente en otras ciudades y paises, comienzan el día leyendo el Metro durante su trayecto al trabajo. La portada de su edición del martes 26 de julio decía: "En alta alerta. Los informes de paquetes sospechosos se duplican desde los bombardeos de Londres." ¿Es un aumento de la notificación de paquetes sospechosos noticia de primera plana? ¿O será noticia el miedo sensacionalista que destila el titular y la reacción de una población asustada frente a lo otro, el paquete, o más grave aún hacia el otro? Al menos en este caso había algunos datos que se compartían con el lector. Peor era el titular especulativo del día siguiente: "¿Es el terror casero la nueva gran amenaza de la ciudad?"

Un amigo me recordaba como se utilizó este debate en las pasadas elecciones generales estadounidenses y como la postura más analítica perdió frente al sensacionalismo de la Casa Blanca. Kerry desafortunadamente debatió desde la terminología de Bush al decir que la guerra contra el terror no se podía ganar. Vino a decier que lo que se podía hacer era trabajar para controlar y eliminar el mayor número posible de atentados hasta que se convierta en algo aceptable. Mientras el mensaje de Bush era del tipo: esto es una guerra y la vamos a ganar. Quizás el votante se sienta más reconfortado escuchando a líderes tan seguros de sí mismos que no piensan lo que dicen. A mí me ocurre al contrario. También entiendo que si Kerry se pone a hablar del concepto de riesgo en la sociedad abierta durante los debates quizás hubiera consolidado su fama de pedante distante del hombre de la calle. El problema es que esa es la dirección útil del debate y la obligación del buen político no puede ser promover el populismo sino trasformar la sociedad en un entorno libre, prospero y equitativo. Hay maneras de hacerlo pero requiere un esfuerzo por parte de toda la ciudadanía que a fecha de hoy parece no interesar.

Por un momento imaginémonos liberales, y que realmente estamos trabajando en un proyecto incipiente, imperfecto e interminable, para crear y desarrollar una sociedad abierta. Una sociedad donde las libertades y derechos individuales son paradigma en consonancia con el respeto al otro y la concepción del estado como un servidor de los individuos que ha de inmiscuirse poco o nada en la vida de los ciudadanos. Este proyecto y sus variantes con una mayor preocupación social o no, están intrínsicamente unidas a la aceptación de un riesgo ciudadano, riesgo que se intenta reducir, idealmente eliminar, pero que siempre está presente. La gestión del ciudadano y de los órganos políticos que lo representan ha de trabajar para reducir este riesgo y no aumentarlo. Pero conceptualmente es fácil entender que nunca, nunca, se podrá eliminar el concepto del accidente: un corrimiento de tierra, un fallo mecánico en el motor del coche, un terremoto, un desequilibrado que sentado a tu lado en el autobús repentinamente te sesga el cuello...


Aceptando los registros aleatorios, comenzamos a romper este modelo de sociedad, y llamarlo aleatorio o mal necesario, apenas comienza a maquillar el cambio de paradigma. Las mismas fuerzas de seguridad de New York admiten que las medidas son estériles, cosméticas, mientras los casos y los defensores de la discriminación racial o étnica en pos de un falso ideal de seguridad aumentan cada vez más.

En la sociedad abierta siempre estamos a mano del podría haber sido yo, quizás me toque a mí, y ese riesgo, ese peligro es parte de la libertad de la que disfrutamos. Algunos ejemplos:
Once de septiembre del 2001: mi primer día en un nuevo trabajo en el centro de Washington DC en las proximidades del Banco Mundial. Durante los ataques hube de evacuar la oficina y salir de la zona de oficinas viendo la columna de humo que salía del Pentágono en la distancia. En ese momento se creía que el avión de Pennsylvania se dirigía hacia nosotros. 1999: pase un par de horas antes de la explosión por la puerta del pub Admiral Duncan en el Soho londinense donde una bomba haría explosión matando a dos personas e hiriendo a más de setenta. 1992: caminé por delante del portal número 19 de la calle del Marqués de Cubas, poco menos de media hora antes de que un paquete bomba hiriera de gravedad al conde de Ruiz de Castilla.

Es común desear una muerte en la vejez, incluso es más fácil aceptar la muerte en manos de un accidente natural o incluso humano, menos ser victima de un trastornado. Pero utilizo el ejemplo del trastornado porque si creyéramos idealmente que las medidas antiterroristas nos hacen más seguros y pueden que acaben con estos ataques el resto de estos riegos estarán siempre presentes.

Incluso los que defienden estas medidas han de admitir la falta de consistencia e irracionalidad de su ejecución. Supervisión en el metro sí pero autobuses no, seguridad pública en las estaciones y guardias privados en los supermercados, mochilas anónimas en el parque y mochilas abiertas en los conciertos...

Este es un cambio directo del modelo de sociedad abierta que se supone nos gustaría vivir y la falta de capacidad de desarrollar un pensamiento crítico común no sobre las justificaciones, que no las tiene, sino sobre las causas y soluciones a la noción de terrorismo y riesgo es lo que se hecha de menos.

Habrá que empezar por alguna parte, quizás reevaluando la concepción del riesgo en las sociedades contemporáneas. ¿Quizás a través del trabajo de Anthony Giddens: Consecuencias de la modernidad? No por nada en particular, es sólo el primero que se me pasa por la mente. Se ha escrito mucho y acepto recomendaciones. Pero la trampa de mi argumento está clara, ni en la sociedad más represiva o controladora el riesgo y peligro de accidente natural o humano desaparece completamente.


Pegatina a la entrada de la terminal de autobuses de la autoridad portuaria en Manhattan que está apareciendo también en estaciones de metro frente a los registros arbitrarios:

No a los registros en el metro.org. Porque las libertades civiles son demasiado importantes. DEFIENDE TUS DERECHOS. Los registros no nos hacen más seguros sólo menos libres. NOSUBWAYSEARCHES.ORG

Más madera
Escolar.net: Mejor no corras

Tienes mucho que decir: Un lamentable error...
Retazos de tu leyenda: El problema de la pena de muerte
Adrià García Weblog: Acojona

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